—¿Por qué esos dos son tan insoportables? —masculló Carmen mientras caminaba rápido hacia su refugio de siempre cuando estaba encabronada, triste o hecha mierda.
Un árbol-casa en medio de un campo lleno de margaritas. Hacía una eternidad que no pisaba ese lugar.
Se había metido por el camino secreto para que esos dos no la encontraran.
—¿Dónde se metió? —Bastian se rascaba la cabeza, porque había seguido el camino y de repente… nada, Carmen había desaparecido.
—¡Carmen! —gritó Bastian.
—¿Dónde está? ¡Si hace rato venía por aquí! ¿Cómo carajos se esfumó? —se decía solo mientras se rascaba más fuerte la cabeza que le picaba de nervios.
—¡Carmen, dónde estás! —bramó Leonel.
—¡Todo esto es culpa tuya! —le soltó Leonel a Bastian.
Bastian frenó en seco y se dio la vuelta. —¿Qué dijiste?
—¡Que tú tienes la culpa, huevón.
—¡Tú!
—Oye, oye, si no hubieras tenido los huevos de aparecerte aquí, esto no estaría pasando.
—¿Cómo que huevos, doctorcito? ¿Me estás diciendo atrevido? —Leonel dio un pas