Leonel acababa de quedarse dormido cuando sonó su teléfono. Enterró la cara en la almohada mientras su mano se estiraba para buscar a tientas la mesita de noche y contestar la llamada.
En cuanto vio que era Carmen quien llamaba, Leonel se incorporó de un salto, murmurando.
«¿Por qué llama Carmen a estas horas?».
«Hola».
«Leonel, mi mamá ha muerto».
Carmen sollozaba.
«¡Mi mamá ha muerto!».
«¿Qué hago?».
«¡No quiero perder a mi mamá, Leonel!».
«Carmen, cálmate. Cálmate. Dime dónde estás ahora mismo».
«Estoy en mi casa. ¡Mi mamá ha muerto, Leonel! Me ha dejado para siempre. ¡Se ha ido, Leonel!». Carmen estaba histérica entre sollozos.
«Envíame tu dirección. Voy para allá ahora mismo», dijo Leonel.
«Te necesito...», susurró Carmen entre dientes.
***
El viaje, que resultó durar casi diez horas, había dejado a Bastian inconsciente.
«Señor, despierte. Ha llegado a la ciudad de Grome».
«Oiga, señor, ¿está muerto?».
«¡Levántate!», gritó el conductor del autobús, lo que casi hizo que Bastian se