Berlín, Alemania
EmiliaLas semanas antes del inicio del semestre transcurren lentas, casi detenidas. Como si el tiempo también se negara a avanzar en esta casa. Los días se parecen entre sí. Amanecen grises, se arrastran entre silencios y miradas torcidas, y terminan de la misma forma en que comenzaron: con mi puerta cerrada y yo encerrada en este cuarto que, más que un refugio, se ha convertido en mi única forma de no desaparecer.
Mi padre no me dirige la palabra. Lo prefiero así. No tengo energía para enfrentar su desprecio ni fuerzas para soportar sus insultos. Hace tiempo me di cuenta de que no espero nada de él. Ya no duele. Solo cansa.
Lo que sí llama mi atención es el movimiento extraño en l