Berlín, Alemania
Emilia
El sabor salado de mis propias lágrimas se mezcla con la calidez de sus palabras. Aún escucho su voz temblando cuando me dice que me ama. Que no quiere pelear más. Que ya no tiene fuerzas para negarse a lo que somos.
Y yo… Yo no puedo sostenerlo más dentro de mí. Mi garganta arde, pero logro reunir algo de voz. Mi mano se aferra a la suya, temblorosa.
—Yo también te amo —susurro, y mi pecho se estremece al decirlo en voz alta—. Te amo, Viktor. Te amo tanto que a veces duele respirar.
Su mirada se vuelve suave y dolorosa, también. Porque hay tanto que reparar, tanto roto, tanto que nunca volverá a ser como antes… Pero está bien. No queremos volver atrás. Queremos empezar de nuevo, incluso aquí, en medio del caos.
—No puedo prometerte que todo será perfecto —le digo, con voz ronca y un nudo en la garganta—. Pero sí puedo prometerte que nunca más estaremos en lados opuestos. Nunca más solos.
Viktor me mira como si hubiera esperado toda su vida para escuchar esas p