Una sorpresa del futuro.
Mientras devoro la cena, esa imagen descarada se proyecta en mi cabeza como un cortometraje averiado: tan enorme, tan sofocante, tan atrayente.
De repente doy un brinco y me bebo la soda de una sola vez.
—¿Comiste sin mí? —pregunta Mark, saliendo del baño con la toalla atada a la cintura y otra pequeña entre las manos.
Pongo los ojos en blanco y organizo el desastre que dejé mientras comía.
Mark se seca la cabeza con la pequeña toalla, y verlo frotarla luego sobre sus músculos me desestabiliza por completo.
Miro de reojo desde la pequeña encimera y ya no está. Entonces vuelve a salir del baño, esta vez vestido.
«Maldito busca pleitos», pienso, sintiendo un vapor caliente tras mi oreja.
—Oh… ¡me habías apartado la mía! —se sorprende al ver su cena servida en un plato de cristal fino que encontré bajo la encimera, y su grilled cheese sandwich acomodado aparte.
No respondo. Termino de ordenar y me dirijo directamente a acostarme.
—¿Duermes luego de comer? —indaga mientras se sienta a com