—Dos habitaciones, por favor —pide Mark, ignorando las miradas cada vez más provocativas de la recepcionista.
—No hay… perdón… me queda una —susurra casi pavoneándose.
Mark me dedica una mirada, luego vuelve a la chica y acepta sin más.
—¿La quiere… para usted y su novia? —averigua, rodando sus ojos indeseables sobre mí.
Mark vuelve a mirarme y niega con la cabeza.
—¿Las llaves? —pregunta, señalando el llavero que la chica sostiene entre los dedos.
—Si necesita algo… búsqueme —lo insinúa ella, apoyando los codos sobre el mostrador y apretando el escote, a punto de desbordarse.
Mark la ignora una vez más y nos dirigimos a la habitación.
Al abrir la puerta, descubro que el cuarto es sencillo pero confortable… y que solo hay una cama.
Recuerdo de inmediato mi estadía en el hotel con Sam y, mientras Mark entra, respondo el mensaje número veinticinco que me ha enviado desde que salimos.
—No te preocupes, dormiré en el sofá —me tranquiliza, señalando uno pequeño acomodado en una esquina. Es