El olor del cachorro

Stefano había dejado la manada junto con sus lobos, Kael había ordenado salir temprano a una misión de reconocimiento, ya casi oscurecía cuando emprendimos el regreso, yo caminaba en silencio, con Kael a un lado y Marco al otro. Mis sentidos estaban despiertos, escuchando cada ruido del bosque. Pero el silencio es una mentira. Siempre hay algo detrás.

Kael levantó una mano. Nos detuvimos al instante, su rostro se endureció, olfateó el viento.

—Hay gente extraña —gruñó, fue un sonido bajo.

Yo ya lo había olido, un olor lejano, era a hierbas, a magia, hierbas, pero había algo más, un aroma a leche, a pañales, a cachorro. Mi corazón se aceleró.. Lira, mi loba, se movió dentro de mí, asustada por mi miedo.

No, no podía ser.

—No son fuertes —dijo Marco, frunciendo el ceño— uno o dos, no siento peligro.

Kael no le hizo caso, siguió olfateando. El olor venía del campamento.

Entonces, lo oí.

Un aullido agudo, de miedo, sentí que se me heló la sangre, no era de un lobo grande. Era el sonido
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