Capitulo Treinta y Ocho

Me siento perdido, obsesionado, trastornado por tu piel, tu boca, tus ojos, tus manos. Me siento perdido y atrapado en el océano de tu mirada; y no tengo miedo de naufragar en tus costas.

Alexander

Observo en silencio a la mujer delante de mí y no dejo de preguntarme: ¿por qué accedí a esta cita? Es obvio que lo único que tiene para destilar es veneno en contra de Isabella y la verdad me da igual lo que diga sobre ella, conozco a mi asistente lo suficiente como para darme cuenta de que esta mujer solo la envidia.

—¿Entonces su propuesta es que deje a Isabella y me revuelque con usted? ¿Una verdadera mujer? —Arruga los labios odiando mis palabras, pero termina sonriendo y asintiendo.

—Yo puedo darte mucho más placer, verdadero placer. Uno que, una chiquilla desabrida como mi hijastra, no puede darte —afirma con tanta seguridad que confirma mis sospechas: es una prostituta jugando a ser una dama de sociedad.

—Entiendo, pero la verdad es que jamás me han gustado las putas demasiado usada
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