Sí, perdido. Perdido, y tu voz me conduce por este laberinto en el que tú no estas.
Alexander
Me muevo rápido y atajo a Isabella antes de que caiga de nariz sobre el piso, le hago una coleta con las manos en lo que ella termina de expulsar todo el contenido de su estómago, ignorando el hedor nauseabundo del vómito. Tengo los zapatos y parte del pantalón llenos del asqueroso líquido viscoso, al igual que las puntas de su pelo, ella está salpicada y apesta a licor barato.
En este punto no sé si devolverla o ayudarla a asearse, mi estómago se revuelve con hedor; sin embargo, me hago cargo. Cuando termina, la cargo en brazos y camino con ella hacia las escaleras para ir a la habitación.
—Señora Davis —llamo.
—Señor. —Se asoma desde la cocina y se queda en silencio al ver el estado de Isabella.
Suspiro.
—Isabella dejó un desastre en el vestíbulo, ¿puede hacerse cargo? —Asiente.
—¿Necesita que le ayude en algo más? —Niego y sigo mi camino subiendo las escaleras.
Al llegar a la habitación, l