El frío controla mis sentidos, mientras la furia emerge hundiendo a la razón.
Alexander
No voy a permanecer ni un minuto más en esta cama de hospital. Tengo que salir de aquí y pelear por mi hijo, tengo que encontrar la manera de obligar a Isabella a volver conmigo. Ella no puede ser de ningún otro, ella es mía y me lo demostró al entregarme su cuerpo después de tanto tiempo. Después de haberse ido sin una explicación de por qué lo hacía, pero eso ahora no importa, la tendré a ella y a nuestro hijo, o tendrá que volver a donde sea que estaba, pero sin él.
—¿Qué hacía esa mujer aquí? —La voz histérica de mi hermana me saca de mis pensamientos.
—¿Sabías que había vuelto? —inquiero ignorando por completo su pregunta.
—Eso no es importante, Alexander. Lo que realmente importa es lo que te hizo y lo que yo haré si se atreve a acercarse de nuevo a alguno de nosotros.
—Tú no harás nada, Cassandra, este no es tu problema y te sugiero que no te metas —le advierto en tono sereno aunque cargado