—Bien —dijo al fin—. Entonces lo hacemos por fases. Tú te quedas aquí unos días, no puedes quedarte estática mucho tiempo en el mismo lugar, te recuperas por uno o dos dias, yo retiraré el dinero, mandaré a hacer pasaportes nuevos y salimos del país. Conseguiremos aliados que también quieran su destrucción y averiguamos para qué sirve el elixir.
Margaret asintió, y por un instante su rostro se suavizó.
—Una cosa más —susurró—. Si Dante ya sabe que estoy embarazada hará su próximo movimiento. Pero Marco… no me trates como algo que hay que esconder. Soy la pistola y la bala. Yo voy contigo al frente.
Marco apretó su mano con fuerza.
—No permitiré que seas una bala perdida. Prometí no dejarte atrás.
Ella sonrió, esa vez sin cansancio.
—Lo sé. Y prometo no fallarte.
Adentro, dos conspiradores se pusieron en marcha: uno para limpiar su herida, el otro para encender la mecha que los destruiría.
Afuera, la ciudad siguió girando.
Al otro lado del asiento con computadora en m