La enorme mansión Moretti estaba en completo silencio cuando Dante entró. Eran apenas las dos de la madrugada, pero parecía mucho más tarde. Se quitó el saco del traje, arrugado y húmedo de sudor, mientras caminaba por el largo pasillo de mármol negro hacia la sala principal.
Allí, iluminado por las luces tenues y con un vaso de whisky en la mano, estaba Matteo Moretti. Su hermano gemelo. Sus ojos azul hielo, idénticos a los suyos, lo miraban con una mezcla de desprecio y curiosidad desde el sillón de cuero donde estaba sentado, con su silla de ruedas estacionada a un lado.
—¿Acaso sufres de insomnio?
—Llegaste más temprano de lo que pensaba —comentó Matteo, con su voz áspera rompiendo el silencio mientras movía el vaso, haciendo tintinear el hielo—. ¿Cómo estuvo la cena de gala?
Dante suspiró con irritación. Aflojó su corbata negra y se sirvió un vaso de whisky para sí mismo en la barra de la sala.
—Productiva —respondió en tono seco antes de beber un largo trago.
Matteo arqueó una