—Súbete —ordenó, sin mirarla mucho, como si no quisiera mostrarse afectado por lo hermosa que se veía.
—¿A dónde vamos?
—Ya verás. Acércate.
El saca una caja de terciopelo y de esta un hermoso collar de diamantes y unos aretes hermosos a juego.
—¿Qué? ¿Porque me das eso?
—Para que te veas más a mi nivel. No me gusta que te veas tan sencilla.
Ella lo mira como si quisiera matarlo. El le entrega un folio con toda la información que necesita que ella maneje antes de llegar.
Llegaron a un lujoso salón de gala en la torre más alta de la ciudad de las vegas. Era un evento de caridad para niños lobos huérfanos de guerra, o al menos eso decía la pantalla LED a la entrada. Margaret sabía que era solo una fachada para negocios turbios.
Al entrar, el aire se impregnó de feromonas de lobos alfas y perfumes caros. Todos los ojos se posaron en ellos. O más bien, en ella. Su belleza era tan etérea y delicada que incluso los alfas dominantes giraban la cabeza para mirarla con deseo velado.