Amelie Manson
Apenas los primeros destellos del amanecer rozaron mis párpados, me desperté con un sobresalto. La cabeza me latía con fuerza; una resaca brutal se adueñaba de mis sentidos. Todo me daba vueltas. Parpadeé varias veces y, al abrir los ojos, el pánico me golpeó como un balde de agua helada, no reconocía el lugar en el que estaba.
La habitación no era mía. El olor tampoco. Me incorporé de golpe, llevándome una mano a la frente. La luz que se filtraba por las cortinas me hizo entrecerrar los ojos. Giré hacia la mesita y busqué a tientas mi bolso, mi celular, cualquier cosa que me diera seguridad… pero no estaba.
Bajé la mirada hacia mi reloj de pulsera. ¡Las siete pasadas! El corazón se me encogió.
—Joseph… —murmuré, sintiendo cómo la ansiedad trepaba por mi garganta.
Me levanté de inmediato. Apenas di dos pasos, la puerta se abrió.
Damián apareció frente a mí, impecable, con el cabello ligeramente desordenado y una sonrisa peligrosa. Llevaba una bandeja entre las manos: ca