Amelie Manson
—Amelie, por favor, te juro que te estoy hablando con el corazón —volvió a insistir Damián.
No pude resistirme más. Había esperado tanto tiempo escuchar algo que le diera un poco de consuelo a mi alma, y ahí estaba él, dándome justo eso que había anhelado.
—No sé si voy a poder confiar en ti, Damián… —respondí con la voz rota—. Evidentemente necesito tiempo. Solo espero que no me defraudes. Que no lo hagas otra vez.
Una sonrisa suave se dibujó en sus labios, y negó con la cabeza.
—No lo haré, te lo prometo. Entonces… ¿puedo ir mañana a tu casa a conocer a Joseph?
Sonaba absurdo, pero nuestra conversación había dado un giro de ciento ochenta grados. Y simplemente no me negué.
—Sí, está bien… ¿a las diez?
—A las diez, Amelie. A esa hora estaré allí.
Sequé las lágrimas y forcé una sonrisa. Por dentro, los nervios me estaban devorando, pero no quería mostrarlo. Damián se levantó, dejó un billete sobre la mesa y, con ternura, me acarició el hombro.
—Nos veremos mañana, Amelie