Amelie Manson
Su mano acariciaba la mía y juro por Dios que quería derretirme ante su contacto. Damián tenía la facilidad de hacerme sentir la mujer más vulnerable del mundo con tan solo rozar sus dedos contra los míos.
Sin embargo, en ese instante me sentí liberada y, por una extraña razón, toda carga que llevaba dentro de mi corazón se hizo más liviana.
—Realmente, por una extraña razón confío en ti. Voy a permitirte conocer a Joseph y podrás reconocerlo con tu apellido, si es lo que realmente quieres. ¿Está bien?
Damián me esbozó una gran sonrisa y me tomó de la mano con más fuerza.
—Claro, Amelie. Gracias, de verdad, muchas gracias. ¿Cuándo podré conocerlo?
Sonaba tan ansioso por ver a mi pequeño que, por un momento, me hizo pensar con frustración que tal vez yo ya no le interesaba. Y estaba bien, era preferible que él se debiera a mi hijo y no precisamente a mí.
—Podría ser mañana mismo, claro, si tienes tiempo.
Damián sonrió como si le estuviera dando la mejor noticia del mundo