Damián Feldman
Regresé a mi departamento, pero la cerradura no respondió. Giré la llave con más fuerza. Nada, probé el código de seguridad, pero fue completamente inútil.
Fruncí el ceño.
Todo indicaba que el acceso me había sido revocado, y no había sido precisamente un accidente.
Vivía en un ático exclusivo al norte de la ciudad, propiedad que había elegido cuando me independicé a los veintitrés. Un lugar que construí a mi manera, lejos de la mansión familiar.
Intenté un par de veces más, tratando de mantener la compostura, aunque por dentro hervía.
Llamé a un cerrajero. Pero incluso él fracasó, la cerradura estaba bloqueada con un sistema que solo respondía a la llave maestra o a los códigos originales. Alguien había hecho esto deliberadamente.
Bajé a recepción con el paso firme y la mandíbula apretada.
—Disculpe, tengo problemas para entrar a mi departamento. ¿Hay alguna novedad de la que deba estar enterado?
La recepcionista me miró preocupada, como si ya supiera la respuesta.
—Se