NERVIOS A FLOR DE PIEL.
Amelie Manson
Mi respiración agitada amenazaba con delatarme, los nervios me estaban jugando una mala pasada. A pesar de mi fachada de firmeza, sentía cómo mi frente se perlaba de sudor. ¿A quién quería engañar? Me inquietaba la sola idea de que Damián todavía lograra moverme el piso de esa manera. Y, sin embargo, mi orgullo era tan alto como una montaña imposible de escalar, una muralla que me juraba que jamás iba a ceder.
¡Malditos Feldman.!
—Damián, ya te dije que no necesito que me defiendas. Yo puedo defenderme sola o con ayuda de los de seguridad. Ese cerdo de Lorenzo no me hubiera podido hacer nada. Si pretendes impresionarme, estás perdiendo tu tiempo realmente —espeté con una seguridad fingida, una seguridad que estaba tambaleando al igual que mis piernas.
Él me miró. Apenas una sonrisa socarrona se dibujó en sus labios, como si conociera todos mis trucos, creyéndose que me conocía y no era así.
—No pretendo defenderte porque quiera algo contigo, simplemente no me gustan las