Damián Feldman
Dejé a Valeria en mi despacho, revisando los documentos del contrato que íbamos a firmar con mi nueva compañía. Lo admito, era buena en los negocios, precisa, calculadora… pero nada más. No la veía como mujer para mí. Y sin embargo, la reacción de Amelie lo había dicho todo, estaba celosa. Eso bastaba para desordenarme el alma.
Subí las escaleras sin prisa, cuidando cada paso, como si no quisiera que nadie notara mi presencia. Me asomé a la habitación y ahí estaba ella, sentada en el borde de la cama, enredando los dedos entre sí, perdida en sus pensamientos. ¿De verdad había venido por algo? ¿O solo buscaba una excusa para acercarse a mí?
La observé durante un buen rato, en silencio, hasta que mi voluntad cedió y abrí la puerta.
Ella se sobresaltó, llevándose una mano al pecho.
—Damián… ¿qué haces aquí?
—Vine a avisarte que vuelvo a salir. Quedas en tu casa —mentí con calma.
—Ya me voy. —Se levantó de golpe, tomó su cartera y se dirigió a la puerta.
—¿Y lo que venías