ACCIDENTE.
Amelie Manson
Desde aquella tarde en la sala de juntas, Damián se había limitado a hablarme entre dientes. Me recogía en la mañana para ir al trabajo y, al final del día, me llevaba de regreso, pero ni una palabra amable salía de sus labios. No entendía por qué me odiaba con tanta intensidad.
Lo más desconcertante era que, a diferencia de él, yo no sentía lo mismo. Su presencia me era… extrañamente indiferente.
—No puedo creer que hayamos terminado la reunión tan tarde. Volver a la ciudad ahora es un maldito lío —resopló con fastidio mientras abría la puerta del auto.
—Lamento que tengas que llevarme —respondí mientras tomaba la perilla de la puerta, insinuando que podía irme en tren—. Si te molesta tanto, puedo regresar sola.
Él guardó silencio un momento, luego negó con la cabeza.
—No digas estupideces. Ya son más de las nueve, y a esta hora no puedes confiar en el tren. Deberías pensar en comprarte un auto —dijo sin mirarme, con la vista fija en el parabrisas—. ¿Qué? ¿No vas a sub