Punto de vista de Leander
Se quedó floja en mis brazos como si alguien hubiera cortado todos los hilos que la sostenían.
Un segundo antes jadeaba, las uñas clavadas en mis hombros, lágrimas en las mejillas, suplicándome que parara. Al siguiente, nada. Su cuerpo se derrumbó, la cabeza echada hacia atrás, los labios entreabiertos, los ojos en blanco como si la oscuridad se la hubiera tragado entera.
—¿Lila?
Mi voz se quebró como la de un crío: aguda, cruda, aterrada de una forma que no había sonado desde que era demasiado pequeño para ocultarlo.
—¡Lila!
Ninguna respuesta.
Ni un aliento, ni un temblor. Solo peso muerto, ardiente contra mi pecho, demasiado caliente, un calor que se sentía mal de una manera que mis instintos reconocieron antes de que mi mente pudiera alcanzarlo. Como fiebre mezclada con magia. Como muerte y algo más antiguo.
El pánico me golpeó tan fuerte que la visión se me estrechó, los bordes oscureciéndose en un anillo negro.
Había sentido miedo antes. Miedo a