Punto de vista de Lila
Me desperté mal.
No el típico mal de despertarse aturdida y enredada en las sábanas. Este era más profundo. Como si alguien hubiera bajado el volumen del mundo y subido demasiado los colores. El techo giraba en círculos lentos y perezosos aunque yo estaba quieta. La piel me quedaba demasiado estrecha, demasiado caliente, como si me hubiera dormido bajo una lámpara solar. El rubí en mi dedo latía al ritmo de mi pulso, un dolor lento y constante que parecía vivo, como si el propio anillo respirara bajo mi piel.
Intenté incorporarme.
La habitación se inclinó. La luz que se colaba por las cortinas parecía deformada, demasiado afilada en los bordes, como si tuviera dientes. Las sombras se arrastraban por las paredes, alargándose y encogiéndose como si respiraran, subiendo y bajando en olas lentas. Parpadeé fuerte, me froté los ojos hasta que estallaron estrellas blancas detrás de ellos, pero las sombras no paraban de moverse. Se deslizaban, dedos largos de negro