Capítulo 117. Dejar que la cizaña crezca
El motín había comenzado como un murmullo entre las mujeres de la Sirena y ahora era una tormenta.
Las mujeres en la casa segura habían estado en calma durante días, algunas adaptándose, otras resistiéndose al nuevo orden. Pero esta noche, el miedo y la desesperación se mezclaban con la traición. Un grupo se había organizado en secreto, convencidas de que nadie las dejaría ir sin un precio, y que la llamada Sirena no era más que otra manipuladora disfrazada de salvadora.
Dayana, una de las chicas en recuperación, no había formado parte del complot, veía a la Sirena como alguien diferente a todos los que negocian con personas, porque vio como humilló al Alacrán que para ella era la peor escoria que había concebido el demonio.
Ella junto a sus dos amigas sabían que un complot estaba por ocurrir.
Dayana estaba en el comedor cuando escuchó los susurros. Una mujer había sido acorralada, una de sus amigas. La querían forzar a hablar, a revelar información sobre La Sirena. Creían