Julie y Emily salieron por una puerta lateral del hotel, lejos del vestíbulo y de los reporteros. El aire era frío pero limpio, y el silencio, por fin, se sentía como un descanso.
La Range Rover negra se acercó despacio, y al ver a Luca al volante, Julie levantó una ceja divertida.
—¿Qué pasa, Castelli te mandó a espiarme? —bromeó.
Luca se rió mientras abría la puerta trasera para ellas.
—Nada de eso. Soy el chófer del señor Castelli... y según lo que él mencionó, hoy usted me tomaría prestado.
Así que aquí estoy, listo para obedecer sus órdenes, señora Castelli.
Julie entró primero. Emily le siguió, aún repasando mentalmente el caos del evento.
—No puedo creer cómo se metió Savannah. Siempre encuentra la forma —murmuró Emily.
—Y lo peor es que no sé cómo lo supo —dijo Julie, mirando por la ventana—. Sean jura que no se lo dijo. Yo… ya no sé qué creer.
Emily se acomodó el cinturón.
—Pues entonces voy a averiguarlo. Me basta con cinco minutos y una copa para desci