Emily se sentó en el borde del sillón mientras Sean servía dos vasos con agua mineral. La conversación había fluido entre pequeñas bromas y actualizaciones del hotel en Australia, pero ahora, con Matías en la otra esquina revisando el menú, Emily se giró hacia Sean con una mirada clara y sin filtros.
—Gracias por todo, Sean. Por la tarjeta, por el chófer, por tratar a Julie como si su bienestar fuera tu prioridad.
Solo te digo algo: no me debes nada.
Mientras la hagas feliz… no necesitas hacer nada por mí.
Sean bajó el vaso, se apoyó con los codos en sus piernas, la camisa remangada dejando entrever sus muñecas marcadas por el reloj.
No parecía un CEO en ese momento.
Solo un hombre demasiado consciente de lo que está en juego.
—Emily… tú le diste aire cuando yo solo podía darle presión.
La mantuviste firme cuando yo estaba fragmentado.
Tu lealtad no necesita agradecimiento…
pero tendrás respeto, siempre.
Eso sí te lo debo.
Emily sonrió apenas, como si n