La sala estaba en silencio.
La luz suave del techo no conseguía contrarrestar la tensión que se había instalado entre ellos.
Sean se apoyó en el borde de la mesa.
Julie permanecía de pie, cruzada de brazos, con el rostro frío y los ojos encendidos.
—Savannah no sabía nada, Sean —dijo ella con dureza—.
No hasta ayer.
Y justo después de que te lo cuento a ti, resulta que hoy lo anuncia como si fuera su bendito logro.
¿Me vas a decir que es casualidad?
Sean la miró sin moverse.
—¿Estás diciendo que yo se lo conté?
Julie no respondió de inmediato.
Solo lo sostuvo con la mirada.
Él entendió la respuesta que no llegó en palabras.
—¿En serio crees que después de todo... correría a contarle eso?
—Lo que creo es que Savannah siempre termina sabiendo lo que tú no sabes poner límites.
Ya estoy harta, Sean.
De verla en tus eventos, en tus fotos, en tus malditas listas.
Y ahora… ahora también en lo único que era mío.
En lo que aún no había podido com