Al día siguiente el restaurante privado del hotel estaba decorado con elegancia sobria: luces ámbar suspendidas sobre la mesa principal, copas alineadas como soldados brillantes, y una mesa larga que reunía a seis personas clave esa noche.
Julie entró con paso seguro. Vestía un vestido negro sencillo, con hombros descubiertos y el cabello suelto en ondas suaves. A su lado, Sean parecía inquieto. Con un saco oscuro sobre camisa blanca, estaba impecable… pero había algo en su mirada. Más alerta. Menos relajado.
Los tres inversores ya estaban allí:
- Matías Carrington, director de una firma en expansión, con sonrisa fácil y mirada perspicaz.
- Diane Northwood, analítica y directa, conocida por sus inversiones arriesgadas en mercados emergentes.
- Y, por supuesto, Catalina Duval, quien se encontraba al centro de la mesa, como si fuera anfitriona y no invitada.
La conversación comenzó con bromas y anécdotas del mundo corporativo. Julie se mantenía participativa, pero con estilo. No era una