La suite lucía como una escena disimulada. Sean cerró la puerta con firmeza, luego dejó su blazer sobre el respaldo del sillón y se pasó las manos por el rostro. Su cuerpo aún estaba tenso, la piel caliente, el estómago agitado. No por deseo. Por culpa.
Comenzó a recoger los rastros de lo que acababa de ocurrir. Enderezó la colcha, giró el cojín desalineado. Reacomodó la lámpara. Se detuvo un segundo al ver la bata blanca doblada de forma descuidada sobre la silla. La misma que Catalina llevaba puesta. La misma que Julie solía usar cada noche.
Suspiró. Tomó la bata y la lanzó al baño sin pensar. Luego entró tras ella, abrió el grifo de la ducha y se dejó envolver por el agua hirviendo, como si eso pudiera limpiarle la piel… o el pensamiento.
**“¿Cómo no lo noté? ¿Cómo me dejé engañar?”**
Se inclinó contra la pared de cerámica, cerrando los ojos con fuerza. **La voz de Catalina** aún le resonaba en el oído. Las manos, el perfume, la forma de moverse. Todo construido para parecer Ju