Julie se quitó las sandalias de una patada, se arrancó el vestido de novia con movimientos bruscos, y se deshizo de las flores que llevaba en el cabello, aplastándolas con la palma antes de dejarlas caer al suelo. Luego se tumbó en la cama, y mientras los pétalos se deslizaban entre sus dedos, sintió que su cuerpo aflojaba toda la contención acumulada.
—Y ahora… esto —murmuró, mirando al techo como si este fuera el único testigo de su desastre emocional.
Como si superar la ceremonia no hubiese sido suficiente, fingir que no quería una boda de verdad la estaba devorando por dentro.
Sean la deseaba. Ella deseaba a Sean. ¿Cuál era el problema?
Su corazón.
Su estúpido, impresionable corazón.
Pensar que esto era solo un contrato no encajaba con lo que sentía por él. Sean la había dejado ir una vez. ¿Por qué había vuelto a enamorarse de alguien que sabía cómo dejarla?
Con un gruñido, se levantó y se dirigió al cuarto de baño.
—Un buen baño. Quizá eso me desprograma —dijo, como si pudiera co