Sean había regresado. No solo porque era su noche de bodas —por más irónico que eso sonara en su cabeza—, sino porque aún había algo sin cerrar. La tensión entre ellos era demasiado intensa para dejarla suspendida en el aire como un adorno incómodo.
Al principio, había creído que la mejor decisión era alejarse. Dejarla sola para que respirara, pensara, procesara. Pero él mismo había terminado con las ideas desordenadas, bajando al lobby del hotel por instinto, solo para encontrarse con una escena que lo devolvió de golpe a la realidad.
Clientes internacionales registrándose. Inversores potenciales conversando en el lounge.
Y allí estaba él, sin su esposa, sin una copa de celebración en mano, sin una sonrisa que dijera "Estoy casado. Soy estable. Soy confiable."
—Por eso inventé esta locura —pensó—. Para encajar. Para demostrarle al mundo que soy algo más que el chico de Jacaranda con hoteles modernos y cara de soltero eterno.
Pero a estas alturas, todo se había diluido. Lo único que s