En el hangar privado de Nueva York, el jet ya estaba listo. La luz azulada del amanecer apenas comenzaba a marcar el contorno de la pista. Sean ajustaba los últimos detalles del itinerario mientras Luca y Matías revisaban la seguridad del vuelo.
Margot llegó puntual. Traje de viaje sobrio, gafas oscuras, sonrisa medida. Su paso no era apresurado, pero claramente entrenado para llamar atención sin esfuerzo.
Sean se acercó a Luca y Matías en voz baja.
—Ella va en este vuelo. Ya lo sabemos. Pero quiero que ustedes se sienten conmigo. Uno a mi derecha, otro a mi izquierda. No quiero que quede espacio de conversación informal... ni espacio, punto.
Matías alzó una ceja.
—¿Y si ella intenta mover asientos?
—Ya lo pensé.
Pero este jet vuela con protocolo Castelli.
Y cuando ese protocolo habla de límites, se aplican sin negociación.
Luca sonrió con complicidad.
—No se diga más.
***
Horas después, el jet aterrizaba en Londres.
Aproximadamente 5:00 a. m.
El cielo aún vestido de