Emily estaba sentada en la sala de espera del hospital, con el bolso sobre las piernas y los dedos inquietos.
Sean se acercó con el celular en la mano.
No dijo nada de inmediato.
Solo se lo tendió.
—Revisa esto —dijo. Su voz cargaba con más peso del necesario.
No era sólo información. Era una declaración.
Un intento desesperado por abrir el cerrojo sin destruir la puerta.
Emily tomó el teléfono.
Presionó “play”.
El video mostraba todo.
La alberca.
El momento en que Sean se alejaba para buscar las bebidas.
Y Savannah, entrando con ese paso contenido, casi elegante.
Manipulando la copa.
Movimientos precisos, como si el veneno fuera parte de su rutina.
Luego, el frasco.
Luego… la mano dentro del bolsillo del pantalón de Sean, que descansaba sobre el respaldo.
La prueba.
Irrefutable.
Emily se cubrió la boca.
—¿Esto es de hoy?
—De las cámaras del Phant-A-Sea.
Luca lo consiguió.
Me lo mandó en cuanto lo vio.
—Savannah… —susurr