La cena se había servido entre conversaciones amables y brindis elegantes. Julie sostuvo su papel con naturalidad, y Fortner no dejaba de observarla de vez en cuando, como si evaluara no solo a la esposa del CEO, sino a la mujer detrás del apellido.
Al terminar los postres, las luces del salón bajaron suavemente. La música comenzó a sonar desde el escenario: una pieza instrumental con tintes de jazz y ritmo lento. La pista de baile se despejaba poco a poco, decorada por reflejos tenues que caían desde los focos superiores como agua suspendida.
Sean se giró hacia Julie, extendiendo la mano con cautela.
—¿Me concedes un momento que no esté ensayado?
Julie miró su gesto. Dudó. Pero algo en su voz no era fingido, y la noche… la noche parecía frágil y bella como para negarla.
—¿Sabes bailar? —preguntó en tono ligero, al tiempo que aceptaba su mano. Sean sonrió apenas.
—No muy bien. Pero contigo, nadie se dará cuenta.
Llegaron a la pista. Julie colocó su mano sobre el hombro de Sean,