Tras la cena, todos se despidieron en el restaurante entre comentarios amables y elogios al ambiente. Hugo y Clarisse tomaron su auto, mientras Julie y Sean se subieron al Lexus. El trayecto al hotel fue tranquilo, con una conversación suave entre ambos, envuelta por la música baja del coche.
Hugo y Clarisse llegaron antes al hotel, estacionando su auto con discreción y cruzando el vestíbulo hacia los ascensores. Al abrirse la puerta, encontraron a Catalina, quien descendía del último piso con su copa de vino aún en mano.
—Catalina —saludó Hugo con cortesía.
—Señor Fortner. Señora Clarisse —respondió ella con su sonrisa impecable—. Qué gusto verlos esta noche. ¿Disfrutaron la cena?
Clarisse la observó unos segundos antes de responder.
—Sí. Mucho más de lo que esperaba.
Catalina ladeó la cabeza, curiosa.
—¿Y qué tal los Castelli? ¿Sean sigue tan reservado como siempre?
Clarisse mantuvo la mirada firme.
—No exactamente. Lo que vimos esta noche fue una pareja que no par