CAPÍTULO 7. Entre espuma y fuego.
La cena terminó en un silencio denso, espeso como el vino que aún descansaba a medias en las copas. Valentina es la primera en levantarse, ignorando las miradas punzantes de Isabela y la contenida intensidad de Alejandro. Sus pasos firmes resuenan por el mármol como una declaración: no es una invitada, es la dueña del lugar… aunque todavía no tuviera las llaves.
En su habitación, se quita el vestido con una lentitud casi ceremonial.Se sienta en el borde de la cama, con la espalda recta y la respiración aún contenida en el pecho. La tela de su ropa interior acaricia su piel como un susurro cómplice, y por un instante, se sintió satisfecha. Había movido una pieza importante en ese tablero de miradas, silencios y poder. Lo había hecho bien.
Pero esa sensación no duró.
La satisfacción se desvaneció tan rápido como había llegado, como un perfume que se pierde en el aire. Un peso desconocido comenzó a formarse en su pecho, lento pero firme, como si la habitación se hiciera más pequeña, com