CAPÍTULO 6. Un Juego del Poder.
La cena está servida a las ocho en punto. Ana entra en la habitación de Valentina, que aún se encuentra frente al espejo, revisando su reflejo. Con una mirada fija en ella, Ana no necesita decir mucho.
—Le sugiero que se apresure. Alejandro no tolera los retrasos.
—Ana, te agradecería que me trataras de tú.
—Señora Ferraro, no me está permitido hacerlo.
—Yo te lo permito —respondió con tono suave—. Si voy a estar aquí sola, prefiero sentir que tengo alguien cercano a mí —Valentina la mira en silencio, un destello de sinceridad brilla en sus ojos.
Si ya está allí, en ese lugar apartado y lleno de secretos, tal vez podría aprovecharlo. Si Alejandro tiene intenciones oscuras, ella también puede hacerlo. En lugar de vestirse con algo convencional, opta por algo que deje claro que no es una mujer común.
Se deshace de la bata que la cubre y elige un vestido rojo profundo, de seda. El escote pronunciado deja ver más de lo que muestra, y la falda ceñida se extiende hasta sus muslos. El diseño