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—¡Evangeline! ¡Evangeline!—, gritaba una mujer con desesperación.
Evangeline salió corriendo de su habitación. Era idéntica a Sarah, solamente que tenía un año menos de edad.
—¿Qué pasó, mamá?—, preguntó alarmada.
—¡Se quema la panadería!
—¡No puede ser!
Salieron rápidamente y encontraron al padrastro de Evangeline tratando de apagar el fuego con una manguera de agua y su mamá lo comenzó a ayudar de inmediato.
—¿Qué pasó?
—No lo sé. El fuego solo empezó de la nada, como si alguien lo hubiera provocado—, explicó el padrastro—, ¡Llama a los bomberos!
Evangeline lo intentó, pero la señal estaba muerta.
La sirena de una patrulla de policía se escuchó por toda la calle y se acercó hasta la panadería en llamas en medio de todos los curiosos que se acercaban.
—¡Una patrulla!—, dijo la madre.
Evangeline arrojó la cubeta al piso y rápidamente empezó a hacer señas con sus brazos extendidos.
—¡Hey! ¡Por aquí! ¡Es aquí!—, gritaba.
La patrulla llegó frente a ellos y los oficiales bajaron con mucha calma.
—Ayuda, por favor. Se queda nuestra panadería—, exclamó Evangeline.
Pero esos hombres no se preocuparon en hacer algo.
Fueron directamente hasta el padre de Evangeline y lo golpearon para someterlo contra el piso.
—¡Ustedes no son policías! ¡Déjenlo en paz!—, gritó Evangeline.
Luego atraparon a la madre y la empujaron junto a su esposo para meterlos a ambos en la patrulla.
Incluso los curiosos de la calle desaparecieron, porque sabían que no se podían meter en ese tipo de asuntos.
—¡Déjenlos ir! ¡Hijos de puta!—, Evangeline golpeaba a esos oficiales tan fuerte como podía, pero ni siquiera les ocasionaba dolor.
Uno de los sujetos la empujó y la hizo caer al suelo.
—El jefe te está esperando en la otra calle—, dijo con voz sería.
Evangeline se quedó pensativa, sentada sobre la carretera.
Se levantó y comenzó a caminar, muy confundida.
En la otra calle había una camioneta muy lujosa con las puertas abiertas, y de ella descendió un hombre con traje elegante y gafas oscuras, que Evangeline reconoció de inmediato.
—¿Tú? ¿Qué carajos haces aquí?—, preguntó Evangeline—, Esos eran tus matones disfrazados de policías.
Andrew solo respondió con una sonrisa burlona.
—¿Tú quemaste la panadería?
—Si. Yo la quemé.
—¿Y por qué encerraron a mis padres? Ellos no hicieron nada.
—Tus padres irán a prisión por intentar estafar al seguro quemando su propia panadería.
—Ellos no hicieron eso... ¡Lo hiciste tú!
—Si, pero nadie les va a creer. Además, necesitaba privacidad para hablar contigo.
—¿Hablar conmigo? ¿No has querido saber nada de mí en 20 años y de repente te da por querer hablar conmigo?
Andrew caminó hasta la camioneta y sacó una hoja de la cabina.
—¿Quieres ayudar a tus padres? Entonces, ten, firma...—, Andrew golpeó el capó de la camioneta con la palma abierta y esa hoja en medio, y luego le ofreció un bolígrafo.
—¿Qué es eso?
—El boleto de tus padres hacia la libertad.
Evangeline leyó el contrato y comenzó a sentir náuseas.
—No sé de qué clase de circo es tu familia. Pero, no quiero ser otro de los payasos—, dijo Evangeline arrugando el contrato y lo lanzó contra el pecho de Andrew—, ¿Hacerme pasar por Sarah y casarme con un hombre que ni siquiera conozco? ¡Estás enfermo!
Evangeline giró su cuerpo con intención de ir a buscar a sus padres, pero Andrew la detuvo tomando su brazo con fuerza.
—¡Firma el maldito contrato!
—¡No lo haré!
—¿Quieres ver como tus padres se pudren en la cárcel por estafar al seguro?—, preguntó Andrew gruñendo cerca del oído de Evangeline—, Te daré una última oportunidad para pensarlo bien. Esto no es un maldito juego. Puedo hacer su vida un maldito infierno.
—Siento asco de ser tu hija—, escupió Evangeline desde el fondo de sus entrañas.
—No tienes opción. La única manera de ayudar a tus padres, es dejando de ser tan insolente y firmando ese maldito contrato.
Andrew recogió el contrato del piso y lo alisó lo mejor que pudo.
—La libertad de tus padres y la cancelación de la deuda. Deberías ver el gran favor que te estoy haciendo... eres una malagradecida—, dijo Andrew ofreciéndole el bolígrafo nuevamente.
Evangeline escupió el rostro de su padre y trató de correr, pero los brazos de Andrew fueron más rápidos.
Esta vez la tomó con furia y la agitó apretando los brazos de Evangeline con fuerza.
—¡Otro error como ese y yo mismo voy a romper ese maldito contrato!—, gritó lanzando a Evangeline contra el capó del carro y obligándola a tomar el bolígrafo.
Evangeline dejó de pelear y tomó el bolígrafo con tanta fuerza, que por un momento creyó que lo había roto.
—Te juro que me las a pagar—, dijo con rabia, mientras firmaba ese contrato que la condenaba a una vida infeliz.
—Si, si, claro. Fórmate en la fila junto a todos los idiotas que me han dicho eso. Pero firma de una maldita vez por todas.
Evangeline terminó de firmar y Andrew tomó el contrato rápidamente.
—Te tengo. Ahora, eres mía, maldita mocosa—, dijo Andrew viendo su plan marchando a la perfección—, ¡Sube a la camioneta!—, ordenó.
Evangeline subió y se preparó para cualquier tipo de locura.
—Llegamos—, dijo Andrew y bajó de la camioneta.
Evangeline pisó la mansión de su padre por primera vez y quedó sorprendida.
Siempre escuchó hablar de ella, pero jamás pensó que tendría la oportunidad de conocerla en persona.
—¡Andrew!—, gritó su esposa, Fátima, saliendo de la mansión rápidamente hacia ellos—, ¿Cómo te atreves? ¿Por qué trajiste a esa bastarda hasta aquí?
—Basta, Fátima—, Andrew tuvo que sostener a su esposa para que no golpeara a Evangeline.
Los empleados tuvieron que intervenir y se llevaron a Fátima casi a la fuerza.
—Ven por aquí—, ordenó Andrew, como si nada hubiera pasado.
Evangeline lo siguió hasta el interior de la mansión.
—Ven, rápido. No tengo todo el maldito día—, reclamó Andrew, mientras que Evangeline admiraba la mansión.
Andrew la llevó hasta una habitación secreta y la puso frente a una puerta misteriosa.
—Esta es la razón por la que estás aquí—, dijo abriendo la puerta.
—¿Sarah?—, exclamó Evangeline al ver a su hermana postrada en una cama y conectada a una máquina—, ¿Qué le pasó?
—Engañó a su esposo y quedó embarazada de un bastardo. Pero, en el parto sufrió un acv—, confesó Andrew—, Eso son ustedes, los bastardos, un maldito dolor de cabeza.
Evangeline lo miró con odio, como quien se aguanta un insulto entre los dientes.
—Además...—, insistió Andrew, ignorando la molestia de Evangeline—, su esposo, Ethan. Lo exageró todo. La llamó puta delante de toda la alta sociedad que estuvo presente en la revelación de sexo. Nos demandó. Canceló su seguro médico. Y cuando Sarah fue a verlo, se encontró con toda su ropa tirada en la calle. La había echado como una perra.
—Qué horror..
—Quizás todo ese estrés, y el shock del parto le ocasionaron el coma. No lo sé.
—No sabía que. Sarah había sufrido tanto—, suspiró Evangeline.
—Nadie puede saber la historia que te voy a contar. Mucho menos Lysander. El piensa que compró a la verdadera Sarah. Pero, la verdad es que...—, dijo Andrew recordando.
«DOS SEMANA ANTES»
«EL DÍA DEL PARTO»
Luego de un par de horas, finalmente el doctor salió de la sala de parto.
—¡Al fin!—, reclamó Andrew.
—¿Cómo está mi nieto, doctor? ¿Y mi hija?—, preguntó Fátima Parker preocupada.
—¡Olvídese de ese bastardo!—, exclamó Andrew—, ¿Cómo está mi hija?—, preguntó.
El médico se quitó el gorro clínico, una mala señal cuando esperas buenas noticias.
Suspiró y contuvo el aire por unos segundos para luego dejarlo escapar.
—El bebé está bien—, confesó el doctor.
Fátima respiró aliviada.
—¿Y mi hija?
—Sarah, comenzó a convulsionar unos segundos después de dar a luz y lamentablemente cayó en coma.
Andrew y Fátima lloraron por horas, congelados por el dolor.
Ésa misma tarde, Andrew recibió una visita muy importante en su despacho privado.
<<Toc, toc>> sonó la puerta del despacho.
—¡Fátima! ¡Te dije que no quería molestias!—, gritó Andrew enojado.
La puerta se abrió y Andrew se llevó la gran sorpresa de ver el rostro de Lysander Scott, el CEO de la poderosa empresa TerraCore, y el hombre que Sarah rechazó antes de casarse con Ethan.
—¿Lysander? ¿Qué haces aquí?—, preguntó Andrew sorprendido.
—Seré breve, señor Parker. Me enteré que Sarah rompió el contrato prenupcial con Ethan y que él los va a demandar por todo lo que tienen—, dijo Lysander—, Le vengo a ofrecer un trato por Sarah... cincuenta millones de dólares para que la obligue a casarse conmigo.







