Elena sintió que el aire de la sala se volvía espeso, cargado de un magnetismo que la ataba a Nathaniel Gray sin posibilidad de escape. Sus labios aún ardían por el beso, pero fue su cuerpo entero el que respondió cuando él deslizó lentamente sus manos por su espalda, bajando hasta el límite de su cintura.
Un suspiro escapó de sus labios al sentir cómo la fuerza de sus dedos reclamaba cada parte de ella. Nathaniel la miraba con esos ojos claros, como si quisiera devorarla entera, y Elena, en vez de apartarse, se arqueó hacia él, ofreciendo lo que nunca había pensado entregar sin que pensara en Liam.
—Nathaniel… —murmuró, su voz apenas un hilo, mezcla de deseo y culpa.
Él sonrió con una calma peligrosa, rozando con su nariz el contorno de su cuello hasta atraparlo con un beso húmedo que la hizo estremecer.
—No pronuncies mi nombre como si dudases —susurró contra su piel—. Pronúncialo como lo que soy ahora… el hombre al que eliges.
Elena cerró los ojos, dejando que el calor de su boca d