Tres meses después…
La mansión Gray amaneció envuelta en un silencio distinto. No era el silencio frío de los días de duelo, ni el vacío que alguna vez acompañó a Elena en su soledad. Era un silencio lleno de vida. De respiraciones suaves. De esperanza.
En la habitación principal, Elena descansaba recostada junto a un pequeño ser que dormía plácidamente entre mantas de lino blanco. Su piel era tan clara como la nieve de invierno, sus ojos ¡cuando se abrían! Reflejaban un tono celeste profundo, casi idéntico a los de Liam, pero con la serenidad que recordaba al alma de su madre.
El niño había sido registrado oficialmente dos días atrás. Su nombre resonó entre los pasillos del registro civil y luego en los periódicos financieros con la fuerza de una nueva dinastía: ¡Aren Morgan Gray!
Un nombre nacido del equilibrio. Aren: como el eco de lo eterno, como la palabra que en lenguas antiguas significaba “piedra firme” o “arena del tiempo”; símbolo de lo que resiste incluso a la marea del des