No dormí. Otra vez.
Las horas pasaban lentas, arrastrándose como si el tiempo mismo estuviera indeciso, igual que yo. Sentada junto a la ventana, con las rodillas abrazadas contra el pecho y la frente apoyada en el vidrio frío, solo podía pensar en una cosa: ¿Realmente quiero huir?
Esa era la idea inicial, ¿no? Firmé el contrato así que no podía huir. Después de eso solo debía cumplir mi parte. Escapar. Recuperar mi libertad.
Era tan simple al principio.
Pero ahora… ahora no estoy segura de saber qué significa “libertad”. Porque mi mundo, antes tan claro, tan definido… ya no existe. Se esfumó desde la primera vez que Damon me besó. Desde la primera vez que me miró como si supiera cosas de mí que ni yo misma sabía.
Pensé que lo odiaba. Lo creí con fuerza. Él me chantajeó, me acorraló, jugó con mi orgullo y mis heridas. Me ató a él con una mentira disfrazada de legalidad. Y yo lo odié por eso. Con todo mi corazón.
Pero entonces…
Entonces me salvó en aquel evento, cuando pensé que estaba