De regreso a la mansión, no digo una sola palabra. Mis ojos están fijos en la ventanilla, viendo cómo la ciudad queda atrás, pero mi mente tampoco está aquí. Está atrapada en recuerdos de otro tiempo, cuando todo era más fácil. Cuando éramos solo un grupo de amigos, irresponsables e inmaduros, pero felices.
Quizás las cosas debieron ser diferentes. Tal vez nos habrían castigado con trabajo comunitario, aprendido la lección y seguido con nuestras vidas. Pero no. Ray robó, y con eso nos arrastró a un abismo del que no pudimos salir. Yo intenté protegerlos, pero no fue suficiente. Nada de lo que hice fue suficiente.
—Señora.
La voz de Killiam me saca de mis pensamientos. Está al volante, mirándome por el espejo retrovisor con expresión seria.
—Sé que solo soy su guardaespaldas, que no debería meterme en sus asuntos, y lo siento por hacerlo, pero no pude evitar escuchar toda la conversación.
—¿Y qué opinas? —pregunto, devolviéndole la mirada. A veces, un punto de vista ajeno es más ú