Supe que quería provocarme y ya estaba cansada de esto.
—¿Por qué estás aquí? ¿Por qué sigues aquí?
El viento nocturno rozó mi piel desnuda, recordándome que no tenía abrigo. Crucé los brazos sobre mi pecho en un intento inútil de conservar el calor.
—Necesito entrar. Está brisando.
Frunció el ceño con un gesto de molestia y chasqueó su lengua con una leve mueca de irritación. Y entonces, sin previo aviso, se quitó la chaqueta y la colocó sobre mis hombros.
El mundo pareció desacelerarse.
El gesto fue tan inesperado que me quedé quieta, sin saber cómo reaccionar.
Él se tomó su tiempo. Deslizó la cremallera con lentitud, subiéndola hasta casi taparme la boca.
Demasiado cerca.
Demasiado lento.
Demasiado todo.
Sus dedos rozaron mis labios en el proceso, un roce sutil, apenas un contacto, pero lo suficiente para que mi cuerpo se estremeciera con un escalofrío involuntario…y Aleksey lo notó.
Sus ojos se detuvieron en los míos por un instante, un instante que se sintió eterno.
Quise apartar