Ludmila:
—No, no, no. ¿Es que no lo entiendes, puta?-protesta mi Amo.- nada de vestidos negros hasta los tobillos, quiero ropa provocativa. Cuero y látex, busca otra vez.
Me da una fuerte nalgada, enviándome de regreso a las perchas.
Llevamos horas dando vueltas.
Primero se compró decenas de conjuntos de ropas y luego zapatos, lo guardó todo en el maletero del coche y condujo por espacio de media hora hasta llegar a este lugar.
Checo nuevamente las perchas y me voy hacia él con otro par de vestidos negros y largos, por los tobillo.
Su rostro enrojece, me quita las perchas y las lanza al suelo.
Toma mi collar y tira de él, hasta pegarme a su cuerpo.
—¡Si no fuera porque me gusta como mueves el coño te pegaría un tiro aquí mismo!- brama colérico.
Por suerte no hay gente que pueda oírnos porque ha mandado cerrar la tienda y le ha dicho a las dependientas que salgan.
Tira de mí, llevándome consigo hasta quedar frente a las perchas.
—Por aquí debe haber algo de lo que hablo.- Dice, pasando