Ella escapó de una boda forzada, solo para caer en los brazos del enemigo de su padre, quien sin piedad descarga su odio en ella, sin saber que es una victima más de su enemigo. Para cuando Antón Montalvo descubre que su esposa no es una complice de su enemigo, ella ya se habría ido, dispuesta a olvidarlo. No obstante, Antón la busca por cielo mar y tierra, hasta que la encuentra y descubre que ella, tiene una hija. Una niña, fruto de él y ella, entonces, con más esfuerzo, hace todo para recuperarla.
Leer másPOV DE DAYANA.
Me encontraba en la ciudad de Los Ángeles, caminando hacia el altar, con los ojos empañados de lágrimas y un dolor profundo en el corazón. Los motivos: no quería casarme porque ni siquiera conocía a mi esposo; jamás lo había visto, solo sabía que mi padre perdió todo en el casino y que ese amable caballero pagó su deuda a cambio de mí. Y aquí iba, directo al hombre que me aceptó como parte del pago. Divisé la imagen parada frente al sacerdote, pero no logré ver su rostro, pues estaba de espaldas a mí. A medio camino, me detuve y dejé caer el ramo. —¡Bianca, no te atrevas! —gritó mi padre, quien se encontraba cerca del altar. No quise que me entregara al altar porque estaba siendo forzada a casarme, y él era el responsable. Pero nada de lo que dijo me detuvo; lo único que quería era escapar. Por ello, agarré los ruedos del vestido y salí corriendo. Tomé el taxi que pasaba y le pedí que acelerara. Como cargaba mi pasaporte debajo de mi vestido, supliqué a ese hombre que me llevara a la estación de trenes. Al dejarme en la estación, le pagué con una cadena que mi futuro esposo había enviado antes de la boda. Aquel amable hombre me regaló las monedas que había hecho en todo el día. Agradecí por ello y corrí hacia el interior. Compré el primer pasaje que me llevara a la frontera de México; ya ahí contactaría con un coyote para que me ayudara a pasar, usando una identidad falsa. Al entrar, me senté en el rincón más alejado y lloré. Lloré porque no entendía cómo un padre podía vender a su propia hija, sin ningún remordimiento, todo para continuar manteniendo su estatus social o salvar su propia vida. Por eso escapé, porque a él no le importaba lo que sucediera conmigo. Si estaba lejos o cerca, le daba exactamente igual. A mí tampoco debía preocuparme su estatus, menos su miserable deuda. DÍAS DESPUÉS Me encuentro parada frente al espejo, dándole los últimos retoques a mi rostro. Hoy tengo una entrevista de trabajo en una de las empresas más grandes de este país. Escapar de mi ciudad natal me obligó a cambiar de nombre; solo con una identidad falsa mi padre no podrá encontrarme. Ahora me llamo Dayana Bracamonte, y mi vida empieza a tener un cambio diferente. La gente de este país me ha acogido de buena manera. Estando lista, salgo de casa, tomo un taxi y me dirijo a dicha empresa. Al bajar, observo el alto edificio y me persigno. Espero que todo me vaya bien. Soltando un suspiro, camino en dirección a recepción. Aquella mujer me mira de arriba hasta abajo, haciéndome sentir como un bicho raro. —¡Buenos días! —digo con amabilidad—. Tengo una entrevista a las… —¿Para secretaria del CEO? —Sí. Ella sonríe, ladea la cabeza y murmura entre dientes: “Pobre, la compadezco”. —¿Disculpe? ¿Qué dijo? —Nada, querida. Solo decía que te deseo la mejor de las suertes —es como una frase muy larga para el movimiento de labios que hizo. Achico los ojos mientras ella me pide: —Dame tus datos. Le doy los datos y me indica dónde ir. Subo hasta el último piso, lo cual me pone nerviosa, ya que las alturas me dan pavor. Trato de calmarme mientras espero que el elevador llegue hasta el piso indicado. Cuando al fin se detiene, camino hacia una hermosa mujer que se encuentra tras ese escritorio. —¡Buenos días! —¿En qué puedo ayudarte? —pregunta sin despegar la mirada del computador. —Tengo una entrevista de trabajo a las ocho de la mañana. —No me digas. ¿Aplicaste para secretaria del CEO? —Sí. ¿Es muy duro el trabajo? Otra que sonríe disimuladamente. —El trabajo no es complicado. El complicado es… —se queda en silencio cuando las puertas del elevador se abren. Le veo tragar grueso y saluda a quien acaba de llegar. —¡Buenos días, señor Antón! —giro mi cuerpo lentamente para ver a quien saluda. Cuando mis ojos hacen contacto con los suyos, siento un destello en mi rostro. El hombre que acaba de entrar es un adonis del universo, un completo dios griego que pone a latir mi corazón con solo una mirada y hace elevar mi estómago con su fragante aroma. Inconscientemente, lamo mis labios al verlo más de cerca. Aquellos ojos verdes profundos se apartan de mí. Pasa de largo y no responde al saludo de su empleada. Y me giro para seguir observando su porte alto, espalda ancha, y puedo decir que tiene un rico trasero. Definitivamente es una perfecta escultura tallada por los mismos dioses. Cuando llega a la puerta, se detiene; sin regresar a ver, pregunta: —¿Llegó la nueva secretaria? —Sí, señor, es ella —me indica, esperando que se dé la vuelta. Sin embargo, el tipo no lo hace. —Bien —dice con esa voz gruesa y encantadora—. Encárgate de enseñarle todo, lo primordial: que salude cuando ingreso. Después de eso, que ingrese a mi oficina —dicho eso, cierra la puerta. Todos los pensamientos hermosos que tenía hacia él se me van. Me siento molesta, puesto que pide que me enseñen a saludar cuando él no lo hace. ¿Quién se cree? Es el jefe, pero un humano como yo también debería tomar clases de saludo, digo para mí misma. —¿Aún quieres el trabajo? —pregunta. —¡Claro! No puedo dejar pasar esta oportunidad, necesito trabajar. —¿Por qué no lo querría? ¿Por lo que dijo el estirado del que supongo será mi jefe? Esos son detalles que puedo soportar, pero el hambre, ese sí que no podré soportarlo. —Bien, esto es un reto enorme que debes llevar a diario. Como ves, es un príncipe por fuera, pero un ogro por dentro; mejor dicho, el mismo demonio. —Reto es mi segundo nombre —le respondo y ella sonríe. —Bienvenida entonces. Soy Rosa, pero puedes llamarme Rous, me encanta así —asiento con la cabeza y continúa explicándome paso a paso lo que tengo que hacer—. Ahora ve, salúdalo así no responda; es mejor ser educado que maleducado como él. —Bien, así lo haré. Voy hacia su oficina, toco la puerta y se escucha su gruesa voz. —Adelante —inhalando profundo, ingreso. —Buenos días, señor Antón Montalvo. Soy Dayana... —No he preguntado su nombre y tampoco lo quiero saber; ya mi equipo se encargó de investigarla, así que, al grano —dice sin mirarme. —¿Al grano? ¿De qué grano me habla, señor? —levanta la mirada, impactándome con esos ojos verdes, tan verdes como las praderas, los cuales me dejan anonadada, sembrada sin poder articular palabras. Me pongo nerviosa por su mirada intensa; seguido, forma una sonrisa de mueca, lo que le hace ver más divino, y podría decir que es la sonrisa más hermosa que he visto. —¿Por qué está aquí? —Eh, porque… porque usted me dijo que ingresara. —¿Y para qué debía ingresar? —A realizarme la entrevista… —Si entra a mi oficina, es porque ya está contratada. —Entonces, supongo que debo empezar a trabajar. —No suponga y empiece a trabajar, porque si está aquí es para eso, ¿no? —me mira de forma retadora—. ¿Qué espera para sentarse y tomar nota de lo que le voy a decir? —Sí, sí. Ahora mismo. Me siento muy nerviosa, acomodo mi falda y saco la tableta. Él aún continúa mirándome, y eso me provoca más nervios. —¿Es su primer trabajo? —asiento, reteniendo el aire—. Tranquila, no soy un ogro con las que recién empiezan, pero si se pasan de mensa, sí que conocerá a ese ogro de los que todos hablan —así que sabe que le llaman ogro. Tan divino que es para que lo apoden de esa forma. Tengo el esfero en mis labios y se me escapa un suspiro. Reacciono y musito. —Lo siento, es que nunca he trabajado —acabo de cumplir los dieciocho años. —Ahórrese las excusas y aprenda, porque si aplicó, es porque sabe a lo que se atenía, ¿cierto? —Sí, señor, solo debo... No me deja hablar y continúo hablando él. El momento en la oficina es incómodo, pues este hombre habla solo mirándome a los ojos y de la misma forma quiere que yo lo haga. Me llama la atención en repetidas ocasiones por no mirarlo a los ojos. Carajo, ¿no se da cuenta de que si lo miro a los ojos me pierdo en lo verde de ellos y no escucho lo que dice? —Es todo por hoy, retírese. Se gira en la silla, quedando de lado, se concentra en la laptop. Antes de mover sus dedos, me mira sobre el hombro. Yo estoy anonadada, observando su hermoso perfil, aquella mandíbula que se mueve debajo de su piel. —¿No escuchó? —Sí, solo que… —vuelve la mirada al computador y procedo a levantarme. Al salir, logro tranquilizarme. Me acomodo en el escritorio que pertenece a la secretaria y me dispongo a realizar lo que me pidió. Solo una enorme ventana de vidrio nos separa. Paso toda la mañana revisando correos y aprendiendo números telefónicos. En la hora de almuerzo, salí con la chica que me atendió, me presentó a sus demás compañeras y pasamos un almuerzo agradable. Por la tarde, pasé aprendiendo códigos y tantas cosas. De vez en cuando, mi mirada se llevaba a él; qué hombre más hermoso y sexy, musito para mí misma. Se me escapan más de un suspiro mientras laboro. Dejo de mirarle por unos minutos. Cuando vuelvo a levantar la mirada, se encuentra parado a mi lado. —Acompáñeme —dice y se va. Camina hacia el elevador mientras yo agarro mi cartera. Una vez que la tengo en mis manos, corro tras él; como un perrito faldero, voy detrás. Sostiene la puerta del elevador hasta que entro. Estando dentro, el ambiente se vuelve más tenso; es como si la atmósfera se volviera pesada y no pudiera respirar con normalidad. Me siento supercalurosa, y con tremendo bombón al lado, cualquiera, ¿no? Mientras descendemos, su móvil suena, observa el número y contesta inmediatamente. —¿Dime, Damm? —lo que sea que le dice el tal Damm lo preocupa, porque su rostro se vuelve pálido—. Voy para allá. —Tras colgar la llamada, posa su mirada en mí—. Tengo una reunión muy importante en la que esperan por mí —mira el reloj de mano—. En una hora, debo reunirme con unos gringos —levanta sus largas y arqueadas pestañas y dice—. No podré ir, así que irá usted. Le adjuntaré el archivo sobre qué se trata para que pueda repasarlo mientras se dirige al lugar. —Pero… —¿Tiene algún problema en asistir? Según su currículo, su inglés es perfecto; por eso se la contrató. ¿O nada de lo dicho en su hoja de vida era verdad? —Claro que lo es, señor —le sonrío forzadamente—. Mi inglés es muy bueno. —Entonces, no le veo el problema de que vaya sola. —No, no tengo problema. Yo puedo… Al llegar a la salida, detiene un taxi y me invita a subir. Antes de que este arranque, dice: —De esta reunión depende su continuidad. —¿Ya no tenía el trabajo? —Bien dice, lo tenía; ahora está en usted continuarlo manteniendo. —Sin esperar respuesta, le indica al taxista que arranque. Suspiro cuando lo veo alejarse. Al desaparecer de mi vista, recuerdo lo que debo hacer, saco la tableta y me pongo a repasar lo que me ha enviado. Tengo que quedarme, porque sería sumamente vergonzoso que me echaran el primer día del trabajo. Antes de ingresar al restaurante, me persigno y rezo a la Virgen de Guadalupe. Se dice que ella concede muchos milagros en este país; espero que me lo conceda a mí, porque sí que necesito el trabajo.POV DE BIANCA.Me lleno de dolor al saber que lo perderé, no puedo creer que yo orillé que Davis se volviera loco, todo es mi culpa, solo mi culpa, abrazo a mi amado mientras Davis cuenta los segundos, le doy un último beso del cual no quiero soltar sus labios nunca, el suelta los míos pidiendo una y otra vez que lo haga por Luz, clavo mi cabeza en su pecho y lo abrazo con tanta fuerza que no quiero soltarlo, cuando faltan 30 segundo agarro a Damm quien se rehúsa a irse, los gritos de Antón lo hacen entrar en razón, apenas pongo un pie fuera escucho un destello de bala, caigo junto a Damm con el corazón roto en mil pedazos, el fuego creció rápidamente y aquella cabaña está ardiendo en llamas, no puedo creer que ahí dentro se está quemando el amor de mi vida, si me hubieran dicho que sería la causante de su muerte no lo hubiera creído. Los gritos de Damm desgarran mi alma y golpean mi corazón, me levanto para ir hasta esa casa y sacar así sea su cuerpo —No lo hagas, grita Damm y en
POV DE ANTÓN.Giro mi cuerpo para tratar de acomodarme mejor y lo que consigo es caer al suelo, el fuerte golpe hizo zumbar mi cabeza la cual parece partirse en dos, por consiguiente, el estómago empieza a revolverse y corro al baño. Una vez que libero mi estómago regreso a la sala donde se encuentra mis amigos durmiendo. El timbre suena y suena, cuando estoy por pararme la muchacha de servicio corre abrir, camino en dirección a la habitación para sacar el olor a licor y el chuchaque. —Papá —escucho esa voz y me detengo desde las gradas. —Princesa ¿Qué haces aquí? —Traje a Luz por qué no tengo con quien dejarla, debo ir al trabajo. —Está bien —asiento suspirando, imagino que Bianca no quiso llevarla para que no estorbe en su luna de miel. —Puedes llamar a Bianca un momento y decirle que necesito hablar con ella. —¿Por qué no le llamas tú? ¿Piensas que me tomaré el tiempo de llamarle por qué tú me lo pides? —pone los ojos en blanco. —Eres un idiota —insulta y se va.
POV DE BIANCA.No podía creerlo, Antón se había atrevido asistir a ni boda, me quedé en trance al verlo parado a mi lado, aunque no lloraba se notaba el esfuerzo que estaba haciendo por retener las lágrimas, su rostro estaba pálido y daba una expresión de dolor. Los murmullos tras de mí espalda no cesaban, yo seguía mirándole fijamente y él a mí.—Bianca Damaris Vargas Freeman, ¿Aceptan por esposo a Davis…? —No dejé que terminara, tomé la mano de Antón y salí corriendo, era divertido correr mientras Davis iba tras nosotros. Un fuerte carraspeó del Juez me trajo de vuelta a la realidad.—¿Que dijo? —pregunté sin despegar la mirada de Antón.—Si acepta por esposo a Davis…—Acepto —respondí, seguido tragué grueso, por consiguiente, Antón cerró los ojos y dejó caer gruesas lágrimas como si fuesen gotas de lluvia, me fue satisfactorio verlo sufrir, aunque yo también estaba muriendo por dentro.—Firme aquí señorita Vargas —tragué saliva forzando una sonrisa y bajé la mirada para tomar
POV DE ANTÓN.Me encontraba sentado tras mi escritorio, de pronto sentí la necesidad de hacerlo, no me importaba si terminaba en prisión por secuestrarla, pues lo afrontaría si llegase a suceder, lo único que añoraba era verla para poder hablarle y contarle cómo sucedieron las cosas, solo esperaba que ella me escuchase, deseaba volver a escuchar su voz delicada que hacía palpitar mi corazón después de un “Buenos días, amor”.Cuando despertó y corrió a la puerta me levanté del asiento y lentamente me fui acercando, al llegar a ella pose las manos en la pared y con mi nariz fui acariciando alrededor de su rostro, solté un fuerte suspiro que cayó sobre sus ojos, aquel aire lo volví aspirar y lo retuve con fuerzas, ella se encontraba perpleja sin hacer un movimiento, mi boca deseaba con toda el alma poder besarla, acerqué más mis labios a espera de que reaccionara, sin embargo seguía inmóvil y solo podía sentir su respiración caer sobre mi boca.—No te atrevas a besarme —refutó poniendo
POV DE ANTÓN.Después de mucho tiempo aparecí en mi empresa.—Bienvenido señor Antón, es un gusto tenerlo de regreso.—Gracias Rosa. Necesito el informe sobre la mesa de todo lo que ha pasado en mi ausencia.—Si señor.Me senté en el escritorio contemplando hacia el enorme ventanal donde solía sentarse, por un instante recordé cuando llegó a trabajar como mi secretaria.Mi corazón se llenó de dolor al recordar la escena donde me apartó para ayudar a Walker, suspiré llenándome de tristeza al imaginar que podía amarlo más de lo que me amó.—Bianca —murmuré entre suspiros, no podía sacarla de mi cabeza, no podía dejar de añorarla, recordaba las noches de pasiones en las cuales juró más nunca irse de mi lado. Cerré mis ojos y dejé que las lágrimas rodaran por mis mejillas, sin esfuerzo alguno caían sin cesar, sentía un hoyo en el corazón que no podía ser llenado por nada ni por nadie, solo ellas dos podrían llenar ese vacío que invadía mi pecho.Cuando escuché la puerta abrir limpié las
POV DE ANTÓN.Me encuentro debatido entre el dolor y el alcohol, desde que ella me abandonó no he podido continuar con mi vida, cada día que pasa es más miserable para mí.Estoy solo sin nadie a mi lado, odio recordar las palabras del maldito Walker, le fallé a mi amada, le fallé nuevamente y al parecer la perdí para siempre, muero cada vez que la veo en televisión con Davis Walker.—Si no levantas la cabeza tu imperio se irá abajo.—No me importa Damm. Déjame solo, de que me sirve mantener un imperio si no tengo familia.—Pues recupérala, tú puedes, vamos, iré a darte una ducha.Todos los días era lo mismo, Damm trataba de sacarme del alcohol, pero yo volvía a recaer, es que nada me daba fuerzas para seguir viviendo si Bianca no dejaba que me acercara a ella ni a mi hija, las extrañaba demasiado, pero ellas parecían no extrañarme.—TG Lee Dary a robando los clientes de Toni lácteos, dejaras que Davis Walker robe todo lo tuyo, ya robó tu esposa, ahora dejarás que su empresa se adueñe
Último capítulo