Serena miró instintivamente a Adrián y luego giró la cabeza hacia Mariana, llamándola suavemente —Mamá.
Sin embargo, esta vez el tono no era de respeto y sumisión como de costumbre, y en el rostro de Serena se podía ver una pizca de burla y sarcasmo.
Mariana sintió un ligero apretón en el corazón.
—¡Oh, qué le pasa en la cara a papá!— exclamó Serena.
Adrián hizo un ademán con la mano, indicándole que no era nada, pero Serena seguía gritando e incluso a punto de buscar el botiquín.
Mariana frunció el ceño y observó en silencio la escena frente a ella.
Estos dos parecían padre e hija biológicos...
¿Padre e hija biológicos?
Mariana le pasó un destello de pensamiento en su mente, como un relámpago.
—¿Cómo podías golpear a papá?— le reprochó Serena, —¿Por qué no podía hablar civilizadamente en lugar de recurrir a la violencia?
—Vale, ahora te crees con derecho a meter las narices, bastarda.
—Tú...— Serena la miró intensamente durante un momento y luego, sonriendo, mostró una sonrisa de sati