Samuel Baro sintió cómo su corazón dio un vuelco que ya no pudo controlar.
El rostro claro y sereno de Valentina Alonso tenía algo mágico, sus ojos parecían abrir un mundo misterioso que lo atraía a explorar.
Quedó absorto, y de repente, todo a su alrededor se volvió silencioso, como si toda la luz del mundo se concentrara en ella.
De repente, una ráfaga de viento frío sopló y Valentina Alonso tosió varias veces.
Fue entonces cuando Samuel volvió en sí y se quitó la chaqueta para cubrirla.
—No es necesario...
—¡Apúrate!— dijo Samuel Baro mientras la envolvía en la chaqueta. —¿No tienes problemas de salud? ¡No puedes resfriarte!
Valentina lamió sus labios y lo miró en silencio.
En ese momento, se escuchó un ligero sonido en la sala de subastas y algunas personas comenzaron a dirigirse hacia la salida.
—Parece que ha terminado—, tosió Samuel. —Entonces... ¿te acompaño a casa? ¿Dónde vives?
Valentina dudó por un momento y negó con la cabeza.
Todo lo que había ocurrido parecía un sueño, y