Lucía García se sonrojó y, aprovechando que Polo Juárez estaba distraído, se soltó rápidamente de su abrazo y corrió hacia la casa a grandes zancadas.
Omar Pérez dio un respingo y se dio cuenta de que ya era demasiado tarde para escapar...
La expresión de Polo se volvió tan sombría como un cubo de tinta.
Se acercó rápidamente a la puerta del patio, la abrió de un golpe y clavó sus ojos en Omar como si fueran dos estiletes helados.
Omar se mordió el labio y forzó una sonrisa incómoda; su corazón parecía querer salirse por la boca.
—¿Qué sucede?— Polo dijo las palabras fríamente.
Omar quiso decir algo, pero se le olvidó completamente y simplemente lo miró atónito.
Hubo unos segundos de silencio que se hicieron eternos como siglos.
Entonces, desde dentro de la casa, Lucía escuchó a él lanzar un rugido furioso que parecía llegar hasta las nubes —¡Omar Pérez!
La tía Josefina, que estaba seleccionando verduras en la cocina, se sobresaltó al oír el alboroto y salió corriendo de la cocina.
—¿Q