Su mano temblaba mientras sostenía el delineador.
Había llegado el día.
El día de su primer concierto.
Era un evento para apenas unas cincuenta personas, pero, de cierta forma, se sentía como si fuera una gira mundial.
Tenía miedo de fracasar.
El vestido que había elegido para la ocasión era rojo y le quedaba perfecto. Poseía un escote en forma de corazón que le enmarcaba la clavícula, con una cintura entallada y una falda larga que caía hasta el suelo, con una abertura lateral que dejaba entrever apenas su pierna derecha.
Para complementar el look, llevaba el cabello recogido en un moño bajo, con algunos mechones sueltos. No era por parecer creída ni mucho menos, pero estaba preciosa. Y hasta ella misma podía reconocerlo. Sin embargo, eso no evitaba que sintiera el corazón retumbando contra sus costillas debido a los nervios.
Apretó los labios, tratando de que el labial quedara parejo, y luego respiró profundo.
—Puedes hacerlo... —murmuró a su reflejo.
Desde el umbral, un hom