ZOE
La noche me encontró envuelta en un sueño turbio, como una tela negra que se adhiere al alma. Ethan estaba allí, con esa sonrisa glacial que siempre supo cómo esconder sus intenciones, pero esta vez no estaba solo. Alessia y Camila aparecieron a su lado, sus rostros se mezclaban en un cuadro de traición que me desgarraba desde dentro. Las voces que nunca quise escuchar reverberaban en mi mente, cuchillas afiladas que desgarraban cualquier esperanza de redención.
En el sueño, ellos se reían, sus cuerpos entrelazados en una danza macabra que me convertía en espectadora de mi propia destrucción. Me sentí sucia, usada, como un objeto roto que alguien había dejado en un rincón para que se pudriera. La imagen de Ethan compartiendo ese momento con las dos mujeres, esa complicidad impía, me arrancó un grito silencioso que quedó atrapado entre mis labios.
Desperté jadeando, el frío del cuarto golpeándome como una bofetada despiadada. Mi piel estaba pegajosa, empapada en sudor, y el corazón