**CAMILA**
El viento entra por la ventana y trae olor a mar. Ese aroma salado y húmedo se mezcla con algo dulce, casi imperceptible… como si la brisa intentara engañarme, hacerme creer que todo está bien.
Por un instante, creo que estoy soñando, y no quiero despertar porque aún estoy en esa habitación fría donde me encerraron anoche. Puedo sentir el peso del vestido de novia pegado a mi piel, el roce áspero de las cuerdas marcándome las muñecas. Pero cuando abro los ojos, la realidad cambia de forma.
La luz del amanecer se cuela entre las cortinas y baña la habitación con un resplandor dorado. Parpadeo varias veces, tratando de entender dónde estoy. Las paredes son color crema, el techo es alto y elegante, y las cortinas se mueven con la misma suavidad que el mar que escucho a lo lejos. Todo parece limpio, ordenado… casi perfecto. Demasiado perfecto.
Estoy vestida con una bata blanca de seda. La tela se desliza sobre mi piel como si quisiera consolarme, pero solo me provoca escalofrío